jueves, 25 de febrero de 2016

SENTIDO Y SENSIBILIDAD (MIS SONIADAS)

SENTIDO Y SENSIBILIDAD

(A MIS PADRES)



La novela “Sentido y sensibilidad” comienza con la muerte del padre de las protagonistas, las hermanas Dashwood.  El joven Edward Ferrars, un conocido de la familia, y a propósito de la triste pérdida, le comenta en un momento dado a su propia hermana algo así como:
“Mi querida Fanny, acaban de perder  a su padre. Su vida jamás volverá a ser la misma”.

Hoy, 25 de febrero, hace ocho años que falleció mi padre y, efectivamente, desde aquel día mi vida no ha vuelto a ser la misma. Cambió, y mucho más de lo que en un principio podía haber imaginado, ya que a la pérdida inesperada de mi padre se sumaba la demencia incipiente y progresiva de mi madre, con lo que conlleva el convertirte paulatinamente en madre de tu madre.
Todos, creo yo, buscamos una razón que justifique cada uno de los hechos que nos ocurren y cambian nuestra vida, para bien y para mal, aunque cuando nos ocurren cosas buenas solemos pensar que es porque nos las merecemos, algo comprensible y perdonable. Al fin y al cabo… ¿por qué no nos vamos a merecer bondades? Pero cuando nos visita la desgracia y el dolor nos destroza inmediatamente buscamos un porqué, y nos refugiamos en los argumentos que creemos entender o que más a mano tenemos, aunque a duras penas los encontramos. Cambia nuestro orden de prioridades sin que nos lo propongamos, y hacemos lo que podemos por normalizar nuestras vidas a la vez que sobrellevamos nuestro propio duelo, y nadie tiene derecho a inmiscuirse en él ni a juzgarlo porque sólo nosotros mismos sabemos el dolor que supone la pérdida de un ser querido y en qué modo y grado afecta a nuestra propia vida, a la íntima de cada cual, y no hay dos ausencias iguales. En estos momentos las personas sin sentido ni sensibilidad están de más. Si alguien no es capaz de abrazarte, aunque sea en la distancia, cuando estás sufriendo, no necesitas a ese alguien en ningún otro momento de tu vida, porque el abatimiento que se siente ante una gran pérdida es feroz.
Echo de menos a mis padres y mis hijos necesitan a unos abuelos que se han ido demasiado pronto, pero si es cierto que lo importante es la calidad de los momentos vividos, y no la cantidad, entonces no puedo por menos que sonreír y estar muy agradecida por haber celebrado con ellos tantos días, sin necesidad de esperar a que fueran festivos o fechas señaladas, tantos viajes, paseos, sobremesas, meriendas, cafés, rutinas, penas y glorias. Quiero pensar que todo este bagaje queda almacenado en algún sitio y aflorará en algún momento dado, si no lo hace ya, en forma de regalo a nuestros propios hijos, a través de nuestro proceder, e incluso como herencia de nuestros hijos a los suyos y a su entorno, transmitiéndoselo, sobre todo, a través de las obras y los hechos.
Decía Einstein que él creía en la vida después de la muerte, precisamente porque en sus experimentos y estudios comprobaba que la energía ni se crea ni se destruye, siempre se transforma, así que toda la energía que acumula una persona tiene que ir a algún sitio cuando aquélla fallece, no puede desaparecer sin más porque físicamente es imposible. Yo, evidentemente, no tengo ni idea de lo que le ocurre a una persona cuando muere, y no osaré  contradecir a Einstein, así que de momento prefiero pensar que la energía y experiencia vital de alguien que fallece se transmite en forma de legado espiritual a sus seres queridos para enriquecer sus vidas, de la misma manera que los recuerdos que nos quedan de ellos nos valen para suplir los vacíos físicos y emocionales que tenemos en nuestro día a día, y estos recuerdos nos hacen ser, y de esto estoy totalmente convencida, mejores personas, al igual que los recuerdos de las malas gentes y de sus actos nos ayudan a no repetir, consentir ni propagar esas conductas, e incluso a defenderte y defender a otros de ellas.

Papá, mamá, os quiero y admiro muchísimo. Gracias por haber sido unas personas tan profundamente buenas. Creo que no se puede decir nada mejor de alguien.


Sonia Serna San Miguel


(25 de febrero de 2016)