lunes, 30 de marzo de 2020

DESDE MI LADO DE LA CUARENTENA






DESDE MI LADO DE LA CUARENTENA

Van ya nueve días de observar, cotillear y mirar, a veces viendo, a veces sin ver, la parte de paisaje que me ha tocado en suerte desde este lado de la cuarentena.
A falta de jardín, corral o terraza, alargo mi cuello todo lo que puedo desde las ventanas, supongo que en un intento inconsciente de volar.


Y a fuerza de mirar me he llevado sorpresas extraordinarias, como la del balcón del portal de al lado. Resulta que tiene tiestos y flores. Nunca había reparado siquiera en que esa vivienda tuviera balcón. Ahora es lo primero que miro al abrir la ventana cada mañana.
También he descubierto que aquellos puntos alargados y oscuros que veo en las laderas del valle del Eresma son pequeñas cuevas. He tenido que hacer fotos para descubrirlo. Pero ¿cómo es que no lo he sabido antes, si las tengo enfrente?
Otra sorpresa ha sido comprobar que ya no se asoma a su terraza la señora del tercero, la que tan amable me saludaba desde su vejez (y desde su soledad, me temo), y que echaba miguitas de pan a las palomas. Miro y miro su terraza, por si un milagro, pero...
Mañana volveré a mirar.

He vuelto a comprobar, en fin, en esta colección de días extraños y desordenados, que no hay dos cielos iguales, que donde ahora hay tormenta antes había sol, que las nubes de ayer ya no existen, que las palomas del campanario son libres y no lo saben, que las palomas y yo echamos de menos a la vecina de pelo canoso, que aquella ventana que amarillea en el barrio de San Lorenzo me hace compañía cada noche, y no lo sabe.
He vuelto a comprobar que en las noches más oscuras caben sueños de colores, y que por debajo de aquel arco iris se pasean los miedos en blanco y negro, sin poderlo disimular.


Sonia Serna San Miguel

(Segovia, 21 de marzo de 2020)