lunes, 9 de octubre de 2017

ESTRELLAS DE OCTUBRE (MIS SONIADAS)






ESTRELLAS DE OCTUBRE


“No sé cómo he llegado hasta aquí. Son las seis de la mañana, aún es de noche y me sorprendo descalza y en pijama en medio del jardín. Es una madrugada de octubre magnífica, sin frío, sin calor, sin viento, sin clima, sin atmósfera, sin ruido… Sin ruido. Entonces, ¿qué me ha arrastrado hasta aquí a estas horas?

El bienestar es absoluto. La madrugada, el silencio, lo que la Luna me deja ver del jardín y yo. Los cuatro a solas, en maravilloso petit comité, hablando sin palabras, aunque en secreto me estoy preguntado, como la niña de las cacofonías, “y yo ¿qué hago aquí?”.

Miro a mi alrededor, peino con la vista todo mi dominio físico, respiro el silencio, escucho el orden del paisaje que no veo, vuelvo a respirar… hasta que mi cabeza, girándose hacia arriba, jalada por un hilo invisible y obedeciendo a una voz que yo misma no he oído, encuentra la respuesta a mi pregunta. Por supuesto, es tan evidente... Es una cita con ellas, las reinas, las que más brillan, el milagro hecho luz, puntitos de luz que son un milagro. Ahí están sus majestades las estrellas, en un desorden perfecto, decorando esta cúpula oscura y soberbia que es el firmamento sin el Sol. He pasado multitud de cielos nocturnos contemplando las estrellas, pero no recuerdo muchos como el de hoy, y empiezo a creer que estos seres celestes me han sacado de la cama para que admirara y no olvidara lo que nos arropa cada noche, lo que vela por nuestros sueños aun cuando no tenemos ánimos de soñarlos.
Quiero estar a la altura de semejante espectáculo e intento reparar en todas las estrellas, saludarlas una por una, fascinarme con todas por igual, hacerlas sentir importantes, echar de menos a las que no están y dar la bienvenida a las nuevas, si es que las hay, pero  me es imposible; apenas alcanzo a distinguir La Osa Mayor, que a estas horas se cuelga casi vertical hacia el noreste, con el mango hacia abajo; también me llama la atención un conjunto de estrellas que forman una figura curiosa, y doy por hecho que es la constelación de Libra, pero sólo porque soy incapaz de identificar cualquier otro grupo de astros.
También saludo a la Luna, que hoy luce impresionante, con un tamaño tan espectacular como su poderío para iluminar la oscuridad y sorprender a las sillas de jardín que hibernan en un rincón, al lado del rosal, obedientes, acopladitas unas a otras y batidas en retirada hasta la próxima primavera.

El cielo está impecable, limpio como una sábana recién sacudida, adornado sólo con estas luciérnagas mágicas que brillan hacia la Tierra, y no hacia el exterior, porque tengo la certeza de que hoy centellean en exclusiva para nosotros, para mí y para todas las personas soñadoras que esta madrugada hemos acudido en bandada a la llamada de estas criaturas tan románticas, ocupando balcones, ventanas y jardines en inconsciente y esperanzada búsqueda de respuestas.

He recordado viejos tiempos en los que algunos amigos nos tumbábamos a la intemperie en las noches de verano para cazar estrellas fugaces y poder pedir ese deseo milagroso que nos convertiría en seres absolutamente felices, y recordando aquellas noches de verano, ya tan lejanas, he paseado por mis propias estrellas fugaces, las que cumplieron sus promesas y las que no las van a cumplir jamás, las que vuelvo a ver cada noche en el cielo y las que se desintegraron para siempre contra la realidad, y entre astro y astro comprendo lo que está ocurriendo.

He tenido que salir a hablar con las estrellas para no olvidar su brillo ni el mío. Me han sacado de la cama para que no deje de creer en los milagros, o para que no deje de fabricarlos yo, para que siga soñando, para que salte hasta tocar La Osa Mayor, o la Luna, o el Sol.

Ahora lo sé, y me vuelvo, serena y descalza, con mis respuestas a la cama.”




Sonia Serna San Miguel

(Segovia, 9 de octubre de 2017)